viernes, 1 de agosto de 2008

Simbolismo doméstico entre los huicholes

*
Quizá la historia universal es la historia
de unas cuantas metáforas…
Quizá la historia universal es la historia
de la diversa entonación
de algunas metáforas.

Jorge Luis Borges, "La esfera de Pascal"


Los wixarika

Los indígenas huicholes o wixarika (“los profetas, los sanadores”) tienen su asentamiento principalmente en la Sierra Madre Occidental, ocupando parte de los estados de Nayarit y Jalisco. Habrían llegado a esa región provenientes acaso de San Luis Potosí, cuyo desierto mágico (Wirikuta) es el destino de una importante peregrinación religiosa que los huicholes emprenden una vez al año en busca del peyote, la flor de la divinidad. Su lengua, perteneciente al grupo cora-huichol, proviene a su vez del grupo nahua o aztecoide, de lo cual se deduce una fuerte influencia mesoamericana: en la actualidad cuenta con unos 20,000 hablantes nativos. La historia de los wixarika tiene sustento al interior de la comunidad en una arraigada tradición oral, que comprende una cosmogonía, una ética y un protocolo ceremonial, y desde el exterior en relatos tan antiguos como los de Alonso Ponce (1587), donde nos habla de una etnia que se unía a los guachichiles para realizar irrupciones en los asentamientos españoles en San Luis Potosí, una sede que desde entonces era sagrada para nuestro grupo.

Geografía y cosmos

Acerca de la concepción del cosmos y los modelos de distribución del espacio, el historiador Enrique Florescano recuerda un libro titulado El mito del eterno retorno, donde

Mircea Eliade decía que una regla general universal de los mitos de creación era el propósito de dividir y ordenar las regiones del cosmos. Las cosmogonías mesoamericanas siguen puntualmente este modelo: los actos inaugurales que concentran la atención de los dioses creadores son la división del cosmos en los tres niveles verticales, el señalamiento de las cuatro esquinas del universo y la definición del centro del espacio cósmico. Esta división es un ordenamiento del cosmos y la fundación de una geografía. (Memoria mexicana, 2002)

Si bien los huicholes, a causa de su latitud geográfica, se encuentran más próximos a la superárea cultural de Aridoamérica, la filiación de su lengua con el mundo mesoamericano es inveterada, e implica la adopción de categorías más hondas, comenzando por una idea prístina acerca del universo y los hombres, y tomando en cuenta que su cuadro alimenticio es el mismo: maíz, chile, calabaza y frijol, al igual que en todo Mesoamérica. La palabra es el vehículo divino y la fertilidad por excelencia, un regalo de los dioses para el hombre, el fin de su animalidad y el principio de su espíritu. El lenguaje es ese desierto donde la creación del mundo se celebra infatigablemente. Cuando nombramos las cosas con los mismos nombres que les dieron nuestros antepasados, la mirada que arrojamos al mundo está llena de lo que ellos vieron, de lo que ellos crearon: sus inspiraciones tanto como sus temores se vuelven nuestros también. Es así como la filiación nahua de la lengua wixarika nos remite de inmediato a otros órdenes paralingüísticos, comenzando por la idea general del universo, obra de la palabra perdida de los dioses. Los aztecas imaginaron un cosmos dividido en cuatro rumbos y ordenado en torno a un centro mágico, y construyeron pirámides exotéricas de cuatro caras, siguiendo la arquitectura divina, en conmemoración de aquel cerro primordial donde el caos fue ordenado por primera vez, donde los dioses se reunieron para crear las olas, los astros, los árboles, las piedras y las mariposas: cuna mistérica de toda la humanidad. Esta síntesis geométrica del infinito tiene una correspondencia puntual en el enriquecido mundo simbólico de los huicholes, que por un lado prescinde de la arquitectura monumental característica de otras culturas, mas por el otro impregna cada detalle de su vida cotidiana con señales, recordatorios y representaciones de ese orden trascendental. Examinemos una pieza de artesanía huichol, uno de los rombos tejidos llamados primorosamente Ojos de Dios.

Estamos de acuerdo con Harvey en que:

the cross of the ojo de dios is that of the legendary four directions: earth, fire, water, and air. It is not in any way the cross of Christ. Their art is directed to the gods of nature. (Harvey, 1973)

Sin embargo hallamos que las cuatro direcciones del universo también dan al espacio un carácter sensible profano que Francois Chatelet (La Naissance de l'histoire: la formation de la pensée historienne en Grèce, 1961) atribuyó de manera exclusiva al tiempo: se trata de las cuatro capitales de la autonomía política huichol, repartidas de manera tetrangular en los estados de Nayarit y Jalisco, representadas por las esquinas, por los bordes del ojo que vio antes que ninguno. Estas capitales, desde donde se levantan las columnas que soportan el peso del cosmos, son: San Sebastián, San Andrés Cohamiata, Santa Catarina y Santiago Ixcuintla. Es el espacio donde el hombre nace a la mirada de los dioses, donde el abuelo fuego Tatei Tatehuari nos dio la palabra, y con ello, también algo de su propia mirada, de su amorosa mirada ígnea. Y al mismo tiempo vemos el mapa de una tradición política, el estandarte de una libertad creativa y espiritual que nos dio a Mondrian y a Kandinsky mucho antes que el siglo XX europeo, y que ha soportado una pobreza de centurias, una larga desposesión que corresponde a lo que Braudel entendía como factores de larga duración en la historia de un pueblo. Desde los estudios recientes de la antropología podemos aprender que la pobreza también conoce un lado estático dentro de la historia. Esta memoria de dolor y peregrinaje inmemorial hacia la libertad es sublimada con hilos y colores y así es como los hogares la preservan. Así es como Mezcalito, ese artista de la verdad que mora en el híkuri, unge con sus pinceles la mirada del hombre que busca su verdad. El rombo es una de las formas puras particulares de los huicholes, y la disposición tradicional de los interiores la ha asimilado por completo, al igual que su intenso y equilibrado colorido. No existe relación alguna con los rombales mágicos que los griegos utilizaban en sortilegios. Su ser se parece más a un papalote, al misterio de los colores de la mariposa.

Los dioses domésticos

En el mundo wixarika cada objeto es portador de una totalidad cerrada, el sistema está contenido rigurosamente en cada una de sus partes. Todos los datos psicosociales derivados de su estudio piden que no descuidemos la lectura simbológica. Los objetos de uso corriente, como la jícara hecha de guaje, la flecha, las plumas, el estambre, las latas de cerveza, la coca cola (en buena medida determinados por el entorno, salvo el caso tan singular del peyote, cuya cosecha ritual ha de efectuarse en el desierto de Real de Catorce, en el estado de San Luis Potosí, una vez al año), cada uno de los rudimentos domésticos demanda una existencia doble, que cabalga entre su utilidad en las labores de subsistencia del grupo, y el hilo maravilloso de su simbolismo, que los vincula con el otro mundo.

El telar, por ejemplo, es un elemento constante al interior de las viviendas huichol, y es también un indicador del trabajo de la mano femenina en las familias nucleares. Las bordadoras reciben en sueños (la noche es también la mujer) a una vieja serpiente que conoce todos los diseños y los motivos posibles, sabedora de las formas eternas y los colores del universo, que en sus visitas nocturnas les comunica los secretos más antiguos del bordado. Podemos encontrar con frecuencia obras incompletas de bordado, de las que penden hilachos: sería un error atribuir esta imagen al descuido o a la negligencia. Las serpientes de esos cabos tampoco son fortuitas, sino que auguran una vida prolongada. El mundo está hecho de hilos. No ha de ser humana la mano que los despunte.


Las casas suelen estar hechas de muros de piedra y adobe, y sus techos consisten en manojos de zacate. Encontramos también, en zonas más cercanas a la costa, viviendas de carrizo con barras y paredes construidas de piedralodo, y techos de paja o de palma. Sus cuatro esquinas lo son también del universo. El signo útil de estos espacios es la versatilidad. Su vida diurna es presidida por los más antiguos oficios maternos, como la crianza y el cuidado de los niños, la preparación de los alimentos, la confección de los implementos domésticos que depende de la esposa y de las hijas, y el amplio sitio de dignidad que recibe el trabajo artístico en la vida de nuestros wixarika. Hay un hogar para el fuego, en hornillas de tabique o estufas de mampostería. Hay también, en un sitio de primacía, altares con ofrendas al venado azul, y el implemento ceremonial denominado nierika, del cual Carl Lumholtz nos dice que “significa una pintura, una apariencia, o una representación sagrada” (Negrín, 2003)

Las representaciones del peyote (Lophophora williamsii) que arroja el agradable repaso de diversas nierikas bordadas, relacionan la vida espiritual del hombre con la forma esférica del cacto que contiene al dios inasible, y con la elevación del alma hacia las regiones donde priva el silencio de las esferas, en una idea formal de la divinidad que también le fue afín a Pascal. Borges nos recuerda que Parménides de Elea:

"repitió la imagen ("el Ser es semejante a la masa de una esfera bien redondeada, cuya fuerza es constante desde el centro en cualquier dirección"); Calogero y Mondolfo razonan que intuyó una esfera infinita, o infinitamente creciente, y que las palabras que acabo de transcribir tienen un sentido dinámico (Albertelli: Gli Eleati, 148). Parménides enseñó en Italia; a pocos años de su muerte, el siciliano Empédocles de Agrigento urdió una laboriosa cosmogonía; hay una etapa en que las partículas de tierra, de agua, de aire y de fuego, integran una esfera sin fin, "el Sphairos redondo, que exulta en su soledad circular". (Otras inquisiciones, 1960)

La incorporación del disco sagrado entre las cuatro paredes de lo doméstico busca la cuadratura del círculo, la armonía entre el orden cotidiano y el orden astral, la memoria del dios fuego que nutre y da cobijo.

La versatilidad consiste en obtener de esos espacios exiguos un máximo de rendimiento, alternando una disposición del mobiliario de acuerdo con los ciclos vitales, ante la carencia de estancias asignadas a cada cosa. A la noche los petates del amor y de los sueños son desplegados sobre el piso de la vivienda y las familias condescienden a la noche en el centro de su universo a escala. Esa duplicidad que hay en el cotidiano del huichol, en los terrenos de lo real/simbólico, se da también en la transformación rutinaria del espacio doméstico que lo desdobla en dos dimensiones: una lunar, determinada por el sueño y el recuerdos de los ancestros muertos, y otra solar, que anima la danza del fuego doméstico y los juegos de los pequeños.

Notoriamente las divisiones internas, los dominios íntimos no existen, aun cuando algunas familias poseen en la actualidad viviendas con varias habitaciones. A diferencia de occidente, su intimidad carece de ojos de cerradura. La vida familiar al interior de la casa transcurre en una sola estancia que como hemos visto es, según los días y las noches, dos estancias, en las que todos los miembros del núcleo han de coexistir en los horarios asignados para ello o según lo marquen las festividades. Esta comunidad del hogar resalta la tenaz integración de cada uno de los miembros al báculo familiar, y con ello a una estructura afectiva tan inmanente, que convierte al mundo exterior en una continuidad de un orden establecido familia por familia. Eso explica que a nuestra mirada los hijos de los wixarika se parecen mucho a sus padres, sobre todo en el temperamento, más allá de las semejanzas físicas atribuibles a la endogamia natural en un grupo con escaso crecimiento demográfico. Cuando los huicholes construyen un hogar, de acuerdo con sus posibilidades materiales, están de algún modo fundando un orden moral (y psicológico), que determina que los hijos habrán de buscar la vida allende esas cuatro paredes lo antes posible, y eventualmente, volver para tomar la mano de la tradición. Sin embargo la noción romántica de individualidad le es por completo ajena. La cuestión es más simple: formar hombres, y encaminar con bien a las mujeres al máximo aprovechamiento de sus capacidades.


Entre wixarikas el arte no está separado de sus responsabilidades. Hombres y mujeres hilan la maravilla, los nombres de dios, el tiempo que no mejora. Y en el hogar, urden entre ellos un lenguaje tan directo y cristalino y sin muros, sobre el telar de los años, una proximidad de la carne que no requiere demasiadas palabras para entenderse con suma precisión. Porque todos son un poco todos.

No hay comentarios: